La reciente noticia del suicidio de Daniel Belmar, exsubdirector general de Planificación de la Secretaría de Estado de Seguridad, ha conmocionado a todos. Este suceso pone sobre la mesa un tema urgente: las enormes presiones que enfrentan quienes trabajan en el ámbito de la seguridad y los efectos devastadores que puede tener la falta de apoyo emocional.

¿Quién era Daniel Belmar?

Belmar desempeñó un papel clave durante los meses más duros de la pandemia, gestionando contratos críticos para la compra de material sanitario. Sin embargo, su nombre quedó ligado al llamado Caso Koldo, un escándalo que investiga posibles irregularidades en esas adjudicaciones. Aunque siempre defendió la transparencia de su trabajo, el escrutinio público, las investigaciones judiciales y las acusaciones de la oposición lo sometieron a una presión que, según allegados, podría haber afectado su estado emocional.

Un problema que va más allá de un caso individual

El suicidio de Belmar no es un hecho aislado. Desde 2020, 95 miembros de las fuerzas de seguridad en España se han quitado la vida, un dato desgarrador que refleja una crisis silenciosa. La falta de recursos para tratar el estrés laboral, sumada al estigma que aún rodea los problemas de salud mental, ha dejado a muchos profesionales desamparados.

Para entender la magnitud del problema, es importante recordar que los policías y guardias civiles no solo lidian con la presión de su trabajo diario. También deben enfrentarse a la falta de recursos internos para gestionar sus emociones, lo que los deja atrapados en una situación difícil.

¿Qué podemos aprender de esta tragedia?

El caso de Daniel Belmar debería encender todas las alarmas. No basta con ofrecer apoyo psicológico reactivo cuando ya es tarde; es necesario implementar medidas preventivas. Talleres de gestión del estrés, cuestionarios anónimos para evaluar el estado emocional del personal, e incluso la creación de equipos de apoyo especializados podrían marcar una gran diferencia.

Además, los altos cargos implicados en investigaciones sensibles deberían contar con un protocolo de protección emocional y legal que los respalde mientras cumplen con su deber.

Reflexión final

La pérdida de Belmar es un recordatorio del enorme coste humano que implica trabajar en ambientes de alta presión. Es momento de que el Ministerio del Interior y el gobierno actúen para garantizar que estas tragedias no vuelvan a repetirse. Nadie, ni en las fuerzas de seguridad ni en ningún otro ámbito, debería sentirse desamparado frente al peso de sus responsabilidades.


0Shares

También te gustará

Más del mismo Autor

+ No hay comentarios

Añade el tuyo