El manual de Abascal: insultar, inventar y gritar más alto que nadie

Pedro Sánchez en un mitin



Santiago Abascal lo ha vuelto a hacer. Ha sacado de la chistera uno de esos mensajes diseñados para inflamar, dividir y convertir cualquier situación en un campo de batalla verbal. Esta vez, su blanco ha sido Pedro Sánchez, al que ha tachado de “psicópata”, acusándolo de sacar “milicias” a la calle y de necesitar “terroristas callejeros” para mantenerse en el poder.

Sí, así, con esa facilidad para mezclar insultos, conspiraciones y dramatismo de sobremesa. Porque si algo caracteriza a Vox no es la propuesta, sino el ruido. Y mientras tanto, Gaza sangra, España se polariza y los problemas reales —los que afectan al bolsillo, a la vivienda, al trabajo precario— quedan relegados a un segundo plano.


El truco del enemigo inventado

La estrategia es sencilla: crear un enemigo imaginario que movilice emociones. Hoy son “milicias socialistas”, ayer eran los inmigrantes, mañana serán “traidores de la patria”. La cuestión no es la verdad, sino el efecto inmediato: titulares, likes, compartidos y una masa enfurecida que grite más fuerte que piense.

Decir que Pedro Sánchez “quiere la violencia en las calles” es, como mínimo, una falta de respeto a la inteligencia colectiva. Nadie en su sano juicio desea incendiar las ciudades que gobierna. Pero para Abascal, la política no se trata de construir, sino de incendiar —aunque sea con palabras.


¿Y Gaza?

El líder de Vox dice que a Sánchez “le da igual Gaza”. Pero, ¿qué ha hecho Vox por Gaza? Nada. Absolutamente nada. Ni un gesto de empatía, ni una condena clara contra Netanyahu, ni una sola palabra para las más de 40.000 víctimas. Vox solo recuerda Gaza cuando le conviene para lanzar veneno contra su enemigo favorito: el Gobierno.


El “pueblo de verdad”

Abascal habla de “el pueblo de verdad”, como si él tuviera la exclusiva para decidir quién es pueblo y quién no. Según su lógica, si no piensas como Vox, no eres parte de ese “pueblo”. Una falacia peligrosa que divide a la sociedad en buenos y malos, patriotas y traidores, españoles de primera y de segunda.

En Paiporta dice que Sánchez “sale corriendo”. Pero lo cierto es que quien lleva años corriendo de los problemas reales de los ciudadanos es Abascal: del desempleo, de la sanidad, de la vivienda y de la corrupción que salpica a sus socios políticos.


Cada vez que Abascal habla, deja claro que su política es ruido, no soluciones. Insultos, teorías de conspiración y banderas al viento. Pero en el fondo, lo que demuestra es miedo: miedo a un país que cambia, que no se deja manipular tan fácilmente, y que empieza a cansarse del mismo guion repetido una y otra vez.

Porque si algo necesita España hoy, no es un político gritando “milicias” desde un atril, sino alguien capaz de mirar de frente los problemas reales y dejar de jugar con el odio como si fuese un juguete de campaña.

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